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Impresionantes palabras del Papa Francisco: Se leen en 30 segundos

El Papa Francisco pronunció ayer en Macedonia, durante su solemne homilía, unas palabras que tocan el corazón e invitan a la reflexión, que sacuden la mente, que exprimen nuestro intelecto hasta renovarnos por completo.

El Vicario de Cristo comenzó citando un fragmento del Evangelio, en el que Jesucristo nos recuerda que “El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’ (Jn 6,35)».

A esta cita de un poder inconmensurable y que parece haber sido pronunciada en 2019 por lo actual que resulta su mensaje, el Santo Padre agregó que Cristo “vino para darle vida al mundo y lo hace desafiando la estrechez de nuestros cálculos, la mediocridad de nuestras expectativas y la superficialidad de nuestros intelectualismos; cuestiona nuestras miradas y certezas invitándonos a pasar a un horizonte nuevo que abre espacio a una renovada forma de construir la realidad”.

El sucesor de San Pedro continuó aseverando que “nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación” y apostilló que “hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; os hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad”. 

Como solución a estos errores y tentaciones, el jefe de la Iglesia puso a Jesús como centro y eje de nuestras vidas, y lo hizo a través de estas alentadoras palabras: “Digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar.»

Como colofón final y a modo de recordatorio, vuelvo a publicar la cita del Evangelio a la que se abrazó ayer Jorge Mario Bergoglio, esa en la que Dios Hijo deja meridianamente claro que “El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’ (Jn 6,35)».

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