
COLUMNISTA: Ignacio Crespí de Valldaura
En calidad de articulista asiduo (con ánimo de publicar un ensayo en las postrimerías de este año y con una novela inconclusa orbitando en el horizonte), te voy a revelar una serie de hábitos que ido adquiriendo con el tiempo para que tus lecturas sean mucho más provechosas; y con el objetivo de que puedas percibir los frutos con penetrante nitidez.
En primer lugar, te recomiendo encarecidamente que, de vez en cuando, y aunque no seas escritor, te animes a alumbrar algún escrito. Pelearte con el papel, tener que desarrollar un tema de cara a un público que entienda aquello que quieres comunicar, hace aflorar toda esa imaginación y vocabulario que has ido almacenando a lo largo y ancho de tus lecturas; y no sabes hasta qué punto.
Subrayar frases y relacionarlas con aspectos de la vida cotidiana; anotar las palabras que no entiendas e incluso algunas que comprendas
Cuando te enfrentes a un libro, trata de subrayar los fragmentos que consideres más importantes y de relacionarlos con alguna reflexión u aspecto de la vida cotidiana. Este ejercicio contribuye a fortalecer sobremanera tu pensamiento relacional y tu capacidad asociativa, véase de asociar unas cosas con otras; además de robustecer tu razonamiento analógico, que es la habilidad para identificar semejanzas estructurales entre situaciones o ideas diferentes; y si, para más inri, redactas, aunque sea de vez en cuando, algún texto y utilizas como cita aquello que subrayaste en su momento, te aseguro que tu crecimiento será exponencial.
Una cosa que me ha espoleado a enriquecer notablemente mi léxico es subrayar aquellas palabras cuyo significado desconocía, consultarlo -acto seguido- en el diccionario y anotar tales términos en un cuadernillo. Incluso tengo apuntados muchos vocablos y expresiones que ya conocía de antemano, pero cuya manera de emplearlos por el escritor en cuestión me había parecido fascinante desde un punto de vista literario; y si, además, te animas a escribir de vez en cuando, se irá sedimentando mejor en tu cerebro todo ese acervo lingüístico adquirido, de tal modo que lo acabes automatizando.
Leer un buen prólogo y desentrañar lo que el autor nos quiere comunicar; estudiar aquello que has subrayado sin prisa y repasarlo cada cierto tiempo
Otro aspecto que considero sumamente aconsejable es leer un buen prólogo, ello en aras de entender, con cierta hondura, el significado de un libro y de penetrar en el pensamiento de su autor; y, como he dicho con anterioridad, subrayar sus reflexiones y metáforas más representativas, para introducirte hasta las marismas de su cerebro y de su alma, y, así, aprender a pensar como él, a respirar como él, a sentir como él… Estés o no de acuerdo con su cosmovisión.
Por último, te revelo un hábito que me ha sido verdaderamente útil para que me cundiesen muchísimo más los libros que he ido leyendo: éste no es otro que estudiármelos, pero con tranquilidad, sin esas prisas y agobios a los que estamos tan acostumbrados. Este estudio forma parte de algo que ya he dicho antes: subrayar las reflexiones y metáforas con mayor enjundia del autor, además de las notas más reseñables del prólogo de su obra; y repasarlas de vez en cuando, volver a ellas cada cierto tiempo, de tal modo que se vayan sedimentando mejor en nuestro cerebro a golpe de repetición.
Si aplicas esta floresta de consejos sin obsesionarte, sin pegarte un atracón y luego aparcarlos en el vacío, es decir, con serenidad y de manera extendida el tiempo, te aseguro que vas a experimentar un notable crecimiento intelectual; y a fuego lento, con deleite y parsimonia, sin angustia ni premura, véase sin que ello interfiera a modo de obstáculo en tus quehaceres cotidianos.
Recomendaciones literarias para que tus lecturas sean muchísimo más fructíferas
Dicho, aprovecho para hacer una serie de recomendaciones literarias que se encuentran íntimamente ligadas con las pautas que he ido desarrollando a lo largo de este breve escrito.
Así pues, para robustecer tu capacidad asociativa, véase de relacionar citas de libros con reflexiones u aspectos de la vida cotidiana, tanto los artículos de Juan Manuel de Prada como su ensayo Una enmienda a la totalidad son una fuente de inspiración inmejorable. Este escritor tiene una acreditada destreza para que cada una de sus conclusiones esté acompañada de -o relacionada con- lo que dijo determinado literato o pensador en un libro determinado. Su habilidad en este sentido me parece espectacular, por lo que creo que empaparte de cómo lo hace te puede resultar verdaderamente edificante. De hecho, si lees alguna de mis columnas en El Debate o en Religión en libertad, podrás darte cuenta de la gigantesca influencia que su estilo ha ejercido sobre mí.
Si ansías conocer la historia de las ideas filosóficas de manera comprensible y didáctica, Historia sencilla de la filosofía, de Rafael Gambra, me parece un libro formidable. Además, de él puedes aprender a cómo explicar cosas de lo más complicadas de una manera elegante y pedagógica, y a relacionar -con inmejorable tino- una corriente de pensamiento del siglo III antes de Cristo con una de la baja Edad Media; y con una del presente, naturalmente. Es impresionante; y huelga decir que, también, ha ejercido una poderosa influencia sobre la manera de desarrollar mis reflexiones.
Que no falte Ortodoxia, de G.K. Chesterton, en la lista
Si, a las referencias de los dos párrafos anteriores, le unimos Ortodoxia, de G.K. Chesterton, además de culminar con citas sublimes nuestras reflexiones (y de explicarlas de manera elegante y pedagógica), seremos capaces de esculpirlas en forma de aforismos, es decir, de frases hermosas e ingeniosas con un laudable sustrato moral. Con un contenido más brillante que recto en términos morales, estarían las obras de teatro de Oscar Wilde, las cuales están repletas de epigramas que estimulan notablemente nuestra imaginación y habilidad para zurcir frases sublimes, inteligentes y cómicas; en este sentido, te recomiendo hacerte con una recopilación de infinidad de sus citas, titulada El arte del ingenio.
Con tan sólo realizar un estudio en profundidad de este cuarteto de obras cumbre, serás capaz de razonar con un aplomo digno de encomio. Si, a este ramillete de libros sobre los que cimentar tu pensamiento, le agregas La paz interior y La libertad interior, del eximio teólogo Jacques Philippe, tu cohete sapiencial puede franquear límites que no conocen órbita… Porque todas las obras que he citado van mucho más allá de lo que te puedan aportar sus propios autores: cada una de ellas es un luminoso compendio -e incluso una enciclopedia- de lo que nos han ido enseñando verdaderos titanes de la sabiduría a lo largo de los siglos; razón por la cual estudiarlas -con paciencia y detenimiento- cunde lo mismo que leer un sinnúmero de libros excelsos; en definitiva, es como matar varios pájaros de un tiro.
Podría recomendarte multitud de libros con estilos muy dispares entre sí, pero he escogido estos seis, dado que considero que son los que me definen con mayor precisión. Espero que te haya servido de algo este artículo, pues está repleto de consejos que me han sido genuinamente útiles para aquilatar mi pensamiento y enriquecer mi registro lingüístico durante casi veinte primaveras al servicio de la escritura.