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Cinco trucos para discutir con un progre y no morir en el intento

Artículo patriocómico de Íñigo Bou-Crespins, experto en la materia

Discutir con un maleducado no es tarea fácil, por lo que si quieres evitar que éste te devore como las aves de rapiña, estás condenado bien, a adoptar una estrategia, o bien, a escabullirte de la conversación y huir como un próvido cobarde. En ocasiones, no hay nada más heroico que una retirada a tiempo.

Táctica I-. Huir de la conversación: ¿Por qué, muchas veces, es una estrategia formidable?

Decía G.K. Chesterton que quien discute con un loco, es altamente posible que salga perdiendo, puesto que su interlocutor no cuenta con el obstáculo del buen juicio.

Por consiguiente, lo mejor, muchas veces, es huir. Como reza el refrán: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”.

También, el mismísimo Napoleón (menos santo que G.K. Chesterton y menos todavía de mi devoción) reconoció que determinadas batallas se ganan huyendo.

Táctica II-. No dejar que tu interlocutor se convierta en tu examinador

Una técnica que consciente o inconscientemente utilizan los progres es la de ponerlo todo en duda, lanzar una pregunta semi-imposible al aire y que seas tú el que se estruje las neuronas por resolver el intrincado acertijo.

Esto te convierte a ti en el alumno y a él, en el examinador. Si te devanas los sesos por contestar a su pregunta trampa, le estarás otorgando la potestad de evaluarte.

Además, te enfrentarás a un examinador que ya ha decidido de antemano suspenderte, porque aunque le hagas un razonamiento inteligentísimo, es probable que te atice con un suspenso irrecuperable y encima, se permita la osadía de agregar que tus argumentos gozan de carencias intelectivas (incluso puede que se permita calificarte de “tonto” con faltas de ortografía, para colmo del esperpento).

Por ende, intenta anticiparte y ser tú el que le haga las preguntas de incontestable respuesta. No caigas en la trampa de razonar, ya que esto te convierte en su alumno. Bombardéale con interrogantes casi imposibles de descifrar. Transfórmate en su examinador.

Táctica III-. Si tu interlocutor juega a volverte loco, haz tú lo mismo con él

Hay una reflexión muy poderosa que extraje de la película de Las doce pruebas de Astérix.

Al citado y a su compañero Obélix, les someten a la tortuosa prueba de entrar en un edificio lleno de locos y obtener de ellos un formulario.

Después de ser mareados como cobayas sin hallar respuesta, siendo enviados por los locos del edificio de una ventanilla a otra sin sentido alguno, Obélix se desespera y Astérix encuentra la solución del problema: jugar con las mismas armas.

Así pues, Astérix se inventa la existencia de una nueva circular y logra que los funcionarios del edificio se pongan a deambular por el mismo sin rumbo ni dirección. De esta manera, consigue ser él quien les marea y obtiene, finalmente, de ellos el formulario que buscaba.

En base a esta realidad de Las doce pruebas de Astérix, si tu interlocutor a juega a volverte loco, a vacilarte, a marearte, haz tú lo mismo con él. Si se dedica a relativizar todos tus valores, relativiza tú, también, los suyos, y es posible que hasta termine dándote en algo la razón, por diminuto, nimio e insignificante que sea.

Táctica IV-. Anticípate a la hora de vacilarle

Si hay un progre vacilón y maleducado de quien temes que se vaya a mofar de ti, sé tú el que se acerque a él primero a hacerle la bromita, en un tono jocoso, ameno y un poco ácido. Es posible que le pilles desprevenido, ya que, en ocasiones, no hay mejor defensa que un buen ataque.

Esta estrategia funciona en reiteradas ocasiones, pero no es una verdad indiscutible, por lo que puede que el intento te salga rana.

Táctica V-. Si te quiere dejar de “tonto” a toda costa, dedícate a hacer el pedante

Frente a alguien que intenta dejarte de “tonto” a toda costa, bosqueja reflexiones de profundo calado filosófico, exprésate con un lenguaje gongoriano, háblale incluso con soberbia intelectual (mezclando erudición y displicencia, como hace Arturo Pérez Reverte), y si encaja con la reflexión que pretendes hacer, cita a Aristóteles, a Platón, a Santo Tomás, a Unamuno o al erudito que se te ocurra.

Es preferible quedar, a sus ojos, como un “pedante de mierda” que como un imbécil acobardado. Una demostración de fuerza intelectual te deja de convertir en su alumnito y él cesa de erigirse en tu examinador.

Conclusión:

De todas las tácticas que he expuesto, la única que es del todo efectiva es la primera, la que consiste en huir a tiempo. Ese dicho de que “la ignorancia mata” tiende a cumplirse con remarcada asiduidad…

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