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El ‘equilibrio flexible’, una versión mejorada del ‘justo medio’ aristotélico

Justo medio / Aristóteles / Equilibrio flexible / Equilibrio

COLUMNISTA: Ignacio Crespí de Valldaura

¿Qué es el “equilibrio flexible”? Una teoría que bebe de ese anhelo aristotélico por hallar la virtud en el justo medio (in medio virtus).

Razón no le faltaba a Aristóteles en postularse a favor del equilibrio, bajo la advertencia de que los excesos son perniciosos; incluso el de virtud. De facto, Platón nos legó el conocimiento de las cuatro virtudes cardinales, que son: justicia, fortaleza, templanza y prudencia; de esto, se puede inferir con facilidad que lo que mejor completa nuestro buen obrar es tratar de equilibrar las citadas.

A mi modesto entender, el exceso de fortaleza y de justicia se cura teniendo en cuenta las virtudes de la prudencia y la templanza; y viceversa.

Este juego de equilibrios evita tanto que nos transformemos en unos justicieros sádicos, expeditivos e inmisericordes como en unos pusilánimes carentes de valentía y determinación.

No cabe duda de que la conclusión de Aristóteles de buscar el equilibrio es un revulsivo irrefutable para no caer en los ‘ismos’. Ahora bien, lo único que sí que es mejorable es su manera de abordarlo, porque no siempre la solución más recomendable se encuentra justo en el medio.

Por ello, he ideado la teoría del “equilibrio flexible”, en virtud de la cual el equilibrio esté siempre presente, pero con un margen de maniobra que nos permita escorarnos más hacia un lado de la balanza, de acuerdo con lo que sea más aconsejable en cada coyuntura.

Toda situación, por extrema que sea, necesita algo de justicia, fortaleza, prudencia y templanza, pero, en función de la circunstancia en la que nos hallemos inmersos, convendrá que nos acojamos a unas de estas virtudes en mayor medida que a las otras.

Por mucho que coloquemos más peso en un extremo de la balanza, no podemos quitar la totalidad del peso de la otra; porque si no, hablaríamos de “flexibilidad” a secas, y no de “equilibrio flexible”.

Por ejemplo, al montar a caballo, a veces, tendremos que tirar de las riendas más hacia un lado que del otro, si queremos que el cuadrúpedo gire, pero siempre con las riendas sujetas en ambos hemisferios.

Otro ejemplo ilustrativo de “equilibrio flexible” sería el desarrollado en otra de mis teorías, donde, como alternativa a los ‘ismos’ del optimismo y el pesimismo, propongo una “esperanza precavida”, en base a la cual haya un equilibrio entre la esperanza y la precaución, pero poniendo más énfasis en la primera que en la segunda.

Lo mismo sucedería con mi idea de la “espontaneidad ordenada”, en virtud de la cual podemos ser espontáneos, siempre que exista un orden mínimo debidamente cimentado (este último prevalecería, pese a la necesaria convivencia entre los dos).

Tengo una fe resuelta o la firme convicción de que Santo Tomás de Aquino, el gran continuador del pensamiento de Aristóteles (por asumirlo como propio, y además, perfeccionarlo), estaría de acuerdo con mi teoría del “equilibrio flexible”, como una versión acrisolada del justo medio.

Contacta aquí con el escritor Ignacio Crespí de Valldaura, autor de este artículo

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