Estas en
Inicio > Cultura > Evolución de las preocupaciones laborales: de la veintena a la cuarentena

Evolución de las preocupaciones laborales: de la veintena a la cuarentena

Recuerdo hace trece ó catorce años, nada más salir de la universidad, que muchas personas que me rodeaban se encontraban orbitando en ‘los mundos del yuppie’. Se creían prohombres o semidioses a los que el destino les tenía reservado un resplandeciente porvenir.

Todos ellos, cuando frisaban los umbrales de los treinta (unos antes y otros después), fueron reemplazando su ‘exitocentrismo’, sus oníricas pretensiones de grandeza por la búsqueda de calma y estabilidad. 

Eso sí, hay personajes como los políticos, los ‘influencers’ e incluso algunos de los que han trepado muy alto en una multinacional que se quedan estabulados en una veintena permanente; es decir, en la pulsión veinteañera por deificar el éxito, el poder, el dinero, el atractivo físico y la autoestima elevada.

Entre medias de este proceso de adquisición de madurez, aterrizaron en nuestras vidas los vendehúmos, trileros dialécticos que nos insuflaban bocanadas de aire fresco, bajo la forma de un optimismo excesivamente colorido. Algunas chicas fresa, y esnobs de ‘gym’, ‘tablet’, rascacielos y Ciudadanos, se afanaban por estas ensoñaciones; aunque, francamente, no sé si lo hacían porque verdaderamente creían en ellas o porque les parecía ‘la crème de la crème’ adoptar este discursito de cara a la galería (en aras de resabiar de ‘me gustas’ sus publicaciones de redes sociales).

Ahora bien, como dice mi compadre de tertulias Don Quijote de la casta, muchos de los que parecían fascinados por las doctrinas de semejante ‘performance’, en cuanto traspasaron los umbrales de los treinta (unos antes y otros después, cada cual a su ritmo), dejaron de rendir tributo a esta partida de gurús, cesaron de ungirles con el aceite sagrado de la modernidad: véase los emoticonos laudatorios.

Una vez alcanzado el afán treintañero por la calma y la estabilidad (ambas consolidadas por el desengaño con el triunfalismo imperante durante su veintena), he de agregar que se da, en algunos, una especie de “crisis de los cuarenta”.

Ésta consiste en alejarse, por completo, de los estándares ‘exitocentristas’ de los veintitantos, en beneficio de valorar a las personas naturales, ‘descomplicadas’, cómicas, sinceras, originales y políticamente incorrectas.

De esta guisa, salimos beneficiados los escritores, los artistas, los humoristas, las almas nobles, y quienes rehuimos de andar sumergidos en cálculos, complicaciones y dobleces. Se deja de poner tronos a los esnobs, a los soberbios, a los guaperas superficiales y a los papanatas.

Creo que la causa de esto último es que las mujeres (el verdadero sexo dominante), una vez se empiezan a encaramar a los cuarenta, dejan de mitificar, de manera radical, al estereotipo de hombre atractivo de la veintena; y los varones, como no puede ser de otra manera, vamos detrás, adaptándonos a los nuevos paradigmas…

Top