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¿Por qué a Pedro Sánchez se la sudan los niños con educación especial?

¿Por qué Pedro Sánchez, en mitad del estado de alarma, ha tomado la decisión de empezar a suprimir la educación especial para niños con discapacidad?

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La respuesta es muy sencilla: porque el socialismo sólo considera como «desfavorecidos» a los que tienen poco dinero. Para ellos, su lucha de clases, proletarios versus burguesía, es el único problema del mundo. Por eso, su forma de solidaridad carece de compasión con aquellos que no formen parte del “proletariado”.

Es cierto que la falta de pan es un problema, y en algunos casos, bastante gordo, pero no es el único que existe sobre la faz de la tierra. ¿Acaso los niños con discapacidad no necesitan ayuda? ¿Acaso no existe el sufrimiento en aquellos que no sean “proletarios”? ¿Acaso no existen discapacitados entre el “proletariado”? ¿Acaso las personas que no sean de “clase baja” carecen de desgracias?  ¿Acaso no existe el sufrimiento en aquello a lo que denomináis la “burguesía”? ¿Acaso no es posible la depresión, la angustia y la tribulación en aquellos que no tengan la cartera vacía?

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Uno de los errores de base del socialismo es que reduce todos los problemas del mundo a la condición socioeconómica, a la clase social. Por eso, es un reduccionismo, Además de un sofisma. Tiene parte de verdad y de razón, pero otra muy significativa que no, la cual distorsiona las verdades que almacena y por ende, termina convirtiendo en un vicio a la ideología aplicada en su conjunto.

Ejemplo gráfico de cómo el socialismo parte de verdades y más tarde, las distorsiona: “El agua y el sol permiten que vivamos, luego el sol y el agua son la medida de todas las cosas”

En esto último, consiste un sofisma. Se trata de una mentira con apariencia de verdad, en un vicio con significativas dosis de virtud, el cual hace que lo virtuoso sea distorsionado, además de arrolladoramente convincente.

Un ejemplo de sofisma sería el siguiente: el agua y el sol permiten que vivamos, luego el sol y el agua son la medida de todas las cosas. La primera frase es cierta, pero la conclusión extraída a partir de esa verdad es descabellada. El socialismo es algo parecido, razonable en su postulado inicial, lunático en su teoría final.

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Ejemplo gráfico de cómo el socialismo parte de experiencias reales y más tarde, las convierte en teorías descabelladas: “He conocido a muchos rubios que me caen mal, luego todos los rubios son imbéciles”

Otro ejemplo de sofisma podría ser éste: he conocido a muchos rubios que me caen mal, luego todos los rubios son imbéciles. La primera frase puede albergar una concatenación de malas experiencias reales, pero la conclusión es un mayúsculo despropósito. Pues, el socialismo es algo simétrico, razonable en su postulado inicial, lunático en su teoría final.

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El socialismo parte de una visión distorsionada del cristianismo. Es lo social, la caridad con el desfavorecido, elevada al colmo de la exageración y por consiguiente, al error. Así, ocurre con casi todas de las ideologías.

El cristianismo, en cambio, al predicar el cultivo de todas las virtudes, hace que se viva cada una de ellas en su justa proporción, de tal manera que la exageración de una no se extienda por encima de las otras y las ahogue. Otorga a cada virtud su debida parcela, su cuota, para que conviva en equilibrio con las demás.

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En cambio, las ideologías suelen perseguir la exageración de una virtud, de dos o de tres, llevando a sus fieles a practicarlas de forma distorsionada y a dejar de preocuparse por adquirir el resto de las virtudes, las cuales, también, son de vital importancia. Por esto, precisamente, los socialistas se olvidan de los niños con educación especial; su atención está excesivamente concentrada en alcanzar su paraíso sin clases, su utópico edén, su arcadia feliz.

Qué atinado fue G.K. Chesterton cuando escribió, en su obra Ortodoxia, que “el mundo moderno está repleto de antiguas virtudes cristianas desquiciadas, que se han desquiciado porque se han separado de las demás y ahora, vagan solas”.

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