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¿Sabías que Stalin no se atrevió a derribar la Catedral de San Basilio?

Stalin, a lo largo y ancho de su gobierno bolchevique, no sobresalió por sus escrúpulos a la hora de demoler monumentos religiosos y de escabechar a sus fieles.

Ahora bien, los renglones de la historia nos sorprenden con un hecho insólito, que fue el de que Stalin se negarse en redondo a derribar la Catedral de San Basilio, la más emblemática de Moscú.

Esta anómala y misteriosa negativa tuvo lugar tras la inescrupulosa petición de su amigo Lázaro Kaganóvich, basada en barrer del mapa la Catedral de San Basilio, tal y como se había hecho con otros monumentos de signo religioso, y como culminación de la arquitectura “brutalista” soviética, consistente en exornar las calles de edificios de hormigón grises, avenidas amplias e idolátricas estatuas de líderes revolucionarios, con el fin de convertir las palaciegas urbes rusas en ciudades de estilo proletario.

Cuando el irreverente de Lázaro Kaganóvich mostró a Stalin una maqueta con edificaciones de quita y pon, y le propuso suprimir del tablero la Catedral de San Basilio, el todopoderoso caudillo le replicó extasiado: “¡Lázaro, ponlo en su sitio!”.

Este hecho demuestra que hasta la persona más despiadada tiene el más mínimo destello de bondad y de temor de Dios, los mismos que condujeron al sádico de Iván el Terrible a ordenar la construcción de la Catedral de San Basilio, finalizada en el año 1554.

El vil e impertinente de Napoleón Bonaparte, en cambio, sí tuvo el descaro suficiente para irrumpir en la Catedral de San Basilio y utilizarla a modo de establo, tal y como acostumbraba a hacer con los monumentos religiosos. Ahora bien, al ambicioso emperador galo, también, le faltaron veneno y agallas para destrozar el icónico templo ruso. Otra evidencia indiscutible de que Dios existe…

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