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El verdadero origen de las catástrofes está en el pecado del hombre

No hace falta irse a la peste negra medieval o a tsunamis de tierras lejanas para darse cuenta de cómo la naturaleza puede golpear con fuerza.

España, ¿Gracias a Dios?, no es un país de grandes debacles naturales, si lo comparamos con EEUU, China y Japón; pero es más que de total actualidad el ver como riadas arrastran coches abajo apilándolos en chatarra, negocios anegados a base de agua, barro y arcilla, así como olas de hasta diez metros borrando las atestadas playas veraniegas mediterráneas.

Muertos, lo que se dice muertos, no ha habido muchos, ¿Quizá los españoles seamos realmente buenos en prevención y en rescate? ¿Quizá no sea para tanto? Pero ver esas riadas y esos coches arrastrados no es moco de pavo tampoco, al más puro estilo tsunami nipón.

Adán y Eva: El pecado del hombre expulsó al mismo del Paraíso

Cuando Adán y Eva cometieron el pecado original, una de las primeras consecuencias fue que esta armonía se rompió.

Génesis 3, 17-19:

17. Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. 18. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. 19. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.»

Dios no ordenó la corrupción de la creación en este momento, como han señalado muchos expertos, sino que se lamenta por la inevitable consecuencia de corrupción y de muerte que el mal trae consigo.

El pecado original no sólo afecta al alma de los hombres y de las mujeres, sino que también trae un desorden al mundo natural.

El mundo fue creado de manera perfecta y exento de caos, mas la tan temprana caída del humano, también afectó a la naturaleza.

Hay antecedentes en el Antiguo Testamento

El más claro es del diluvio universal que durante 40 días y 40 noches borró a la humanidad de la faz por sus terribles pecados. Quedando tan solo Noé y descendencia como los únicos justos entre los corruptos.

Los incrédulos dirán que eso es una fábula, pero viene narrado en la Biblia, en el libro más famoso y vendido de la historia.

El otro podría ser la destrucción a base de fuego y azufre de Sodoma y Gomorra. Vaya, en la actualidad esto podría ser aplicable a cualquier bombardeo masivo yanqui sobre cualquier ciudad del Oriente Próximo…

No hace falta a irse a tiempos inmemoriales, veamos lo acontecido en el siglo XXI

El terremoto de Haití, que se lleva el premio con 300.000 muertos, segundo premio al brutal Tsunami, que también castigo a pudientes occidentales que se encontraban disfrutando del sol tropical, el daiquiri y el jolgorio, 250.000 muertos.

Terremotos en China y Pakistán con unos 80.000 muertos cada uno, el tsunami y el escape nuclear de Fukushima (con ‘tan solo 10.000 muertos’ y no serían más pues los nipones se lo curran mucho), el Katrina en Nueva Orleans, donde se vuelve a ver lo de siempre, los pobres siempre salen peor parados, aunque los “winner“ también se hayan bajo perenne amenaza… ¿Y se les olvidó el Sida?

Los más necios afirmarán que todo ello son hechos circunstanciales. Los más creyentes decimos que la culpa es del pecado original y no de Dios. 

Juan Pablo II enseñó que Cristo elevó el sufrimiento humano al grado de la redención. “Cuando sufrimos nos unimos al sufrimiento de Cristo, quien, siendo inocente, sufrió la muerte por nuestra salvación”.

Dios está presente en los desastres naturales –no como alguien que manda un castigo, sino como aquel al que dirigirnos cuando suceden estas cosas-, y el único que puede ofrecernos una felicidad eterna.

Él sabe que nosotros sufrimos, igual que Cristo sufrió por nosotros para poder llegar a un mundo en el que, un día, todas las cosas se harán nuevas y los desastres naturales no existirán.

Pues ello, ¿Y ustedes qué opinan? ¿Pasando de todo para variar?

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